Omar

Davide Ridenti

Dicen los amigos mayores que las muestras sobre arte y VIH son cosa del pasado, de aquellos míticos 80 donde, entre “pelos colorados y chinchetas en los cueros”, el virus comenzó a transformar nuestro tejido social.

Desde luego, amarilleaban en las salas de espera de las consultas médicas los carteles con aquellos simpáticos muñequitos, símbolos masculinos y femeninos que compartían jeringuillas, botellas o maquinillas de afeitar bajo los eslóganes “Si-Da” y “No-Da”, advirtiendo de los peligros que entrañaba “practicar sexo con hombres” o “hacer el amor” sin protección – siempre dependiendo, claro, de la orientación sexual: en aquella época en la que no se hablaba de “prácticas” sino de “grupos” de riesgo, como parte de la malediciente manipulación del virus- ¿Los recuerdan? Seguro que sí.

Lo que quizá sea más difícil de recordar son campañas más recientes de estigma ante el VIH, porque su alcance social ya no parece ser el mismo – quizá porque el “temor a lo desconocido” ya no es equivalente al de antaño- ni su urgencia nos parece igual.

Pero llega otro 1 de diciembre y durante veinticuatro horas estamos salvados (nuestras “conciencias sociales” lo estarán) ¿Importa acaso que durante los 364 días restantes del año sólo exista la enfermedad para aquellos que la padecen- que la padecemos-? ¡Qué diablos!, para eso están las onomásticas, ¿no es así?

Pues no. No lo es. Porque el VIH y el sida no son cuestiones de un sólo día – como no lo son la esclerosis, el terrorismo, el machismo o la homofobia-. Y porque no lo son hemos convocado a todos estos artistas para que sus obras, como proceso artístico, nos ayuden a tener nuevas visiones sobre la enfermedad sin metáforas.

Agradecemos a todos aquellos que amplían el campo de reflexión hacia territorios que no pueden esconderse bajo las mitologías que del VIH/Sida hemos tenido que tragar, y que lo hacen para acabar con el estigma y no dirigirnos sólo a la prevención, para ampliar el terreno de la investigación más allá de géneros, orientaciones, sexos y nacionalidades; porque el VIH no es tampoco, hoy en día, ese fantasma que nos rodea y al que asistimos de lejos, muy de lejos, por las vagas informaciones que de vez en cuando nos llegan sobre su situación. Hoy tenemos un proceso que nos habita como cuerpo individual y social. Hoy, como cada día – a la mierda las onomásticas- quizá sea hora de limpiarnos el polvo de veinte años. Y de volver a mirar.

Julio Pérez Manzanares
Comisario muestra arte